Manuelita: seguramente a usted le da mucho gusto ver a su hijo Andrés Manuel, quien tanto la recuerda, sonriendo con satisfacción. Logró lo que nadie de Macuspana se imaginaba, llegó a ser el presidente de México; véalo ahora sonriendo con la cabeza blanca y una apretada corbata que pronto se quitará para regresar al campo y al agua, a los huaraches, al pantalón fresco y a la camisa holgada. Pronto su hijo escuchará a las aves, que ahora le acompañan a usted, pero que pronto le cantarán a él; a su Andrés Manuel, quien escuchará trinar el lenguaje milenario que decoraba los jardines de Moctezuma y el lago de Texcoco.

Déjelos venir, Manuelita, pronto llegará su hijo a Palenque; satisfecho, amado como pocos, pero también odiado por sus adversarios. Como debe ser, Manuelita. Si Andrés Manuel no hubiera sacudido la ambición y la hipocresía de los infames corruptos, sería porque no hizo bien su trabajo, pero usted sabe bien, Manuelita, que su hijo cumplió, no cómo los exigentes seres que se creen perfectos lo hubieran querido, pero si como el pueblo de México lo necesitaba.

Recuerda usted, Manuelita, cuando fue a buscarlo a la Universidad, lo encontró dentro del aula, sin que él se diera cuenta, ¿lo recuerda? Cuando la vió, Andrés Manuel salió a su encuentro, en medio de las sonrisas burlonas de sus compañeros, llevaba meses sin verlo, estaba más desnutrido que flaco, pero valía la pena el esfuerzo. Andrés Manuel no le contó, para no preocuparla, pero se alimentaba con la caridad de Doña Gloria que le daba de comer, sopa de pasta, bastante arroz y un pedacito de carne o un huacal de pollo, agua con “culey” y muchas tortillas para completar; Andrés Manuel ya le debía muchas comidas, nunca le dijo a usted para no preocuparla. ¿Lo recuerda? Era un joven de ojos aguzados y sonrisa con mueca digna que escondía la vergüenza por no poder pagar la comida corrida en la fonda de doña Gloria, ella les decía a los amigos de Andrés Manuel: “díganle al flaco que venga a tragar, que no se preocupe por el pago”, seguramente los guisos de doña Gloria, hacían que Andrés la recordara a usted.

En esa dura época de estudiante su hijo vivió en un cuarto de vecindad con otros cuatro, a él le tocaba la litera de arriba, desde dónde escuchaba la lluvia sobre el techo de láminas que se filtraba y que le hacía sentir el doloroso frio de la pobreza; para cenar cosía unos huesos para extraerles el caldo una y otra vez, en una parrillita que aún funcionaba gracias a los alambritos que le ponían para que siguiera funcionando. Seguramente no pensaba en ser presidente de México, pero lo fue, Manuelita, lo fue.

Le platico esto, porque hoy Andrés Manuel se despidió. Su hijo, Manuelita, ayudó al pueblo para recuperar la dignidad y el valor, muchos mexicanos y sobre todo muchas mexicanas ahora sienten la arrogancia de la libertad, y eso fue gracias a su hijo, pero también gracias a usted, Manuelita.

Andrés Manuel, aún juega beisbol, y sigue escribiendo libros, pero además; disminuyó la pobreza de los más vulnerables y ayudó para aumentar la riqueza de los más ricos quienes se vieron beneficiados en sus negocios y ahora pueden disfrutar de sus lujos con mayor seguridad porque en seis años se disminuyó en un 74% el índice de secuestro en México; aumentaron las inversiones extranjeras;  bajaron los índices de desempleo; subió el salario mínimo destruyendo la maldita idea tecnócrata de una amenazante inflación ¿Se acuerda usted, Manuelita, cuando nos decían que si aumentaban los salarios era muy malo para economía del país? Se elevó la recaudación de impuestos y los grandes evasores comenzaron a pagar porque ya no se les condonó el pago; ¡claro que sí, Manuelita! sí los pobres pagan, los ricos también deben hacerlo; disminuyó el robo de hidrocarburos conocido como huachicol; se mantuvieron los costos de energéticos, gas, gasolina, electricidad. Gracias al presupuesto público y no a la deuda, aumentaron las hectáreas de riego; se apoyó a la juventud para continuar sus estudios y por lo tanto bajó la deserción educativa; creció la confianza en el gobierno y en las fuerzas armadas; a pesar de la campaña negra de la oposición, bajó la percepción de inseguridad a nivel nacional porque cuando el PRIAN dejó de gobernarnos, dejamos de ser un narcoestado, por lo menos a nivel federal; la tasa de homicidios bajó 19% en relación al casi 200% de homicidios en el gobierno de Calderón; se atendieron los desastres naturales, apoyando de manera directa, a los afectados, sin la mediación de gestores rapaces que ahora sufren por no poder robarse los apoyos.

Claro que hay excepciones, Manuelita, y siempre van a existir, pero podremos salir adelante hasta lograr que los corruptos sean la excepción y no la regla.

Y todo esto, lo logramos juntos pueblo y gobierno, a pesar de la terrible pandemia que se nos atravesó, su hijo se enfermó también, pero seguramente usted lo cuidó, siempre las madres nos cuidan estén donde estén, muchas personas murieron de esa terrible enfermedad a la que se sumó la enfermedad del alma que muchos mostraban para contar los muertos y achacárselos a su hijo.

Aún con la pandemia, se construyeron escuelas, hospitales, carreteras, caminos artesanales; museos; líneas de trenes, aeropuertos internacionales, edificios públicos; le regresó al pueblo parte de lo robado; se enfrentó a la mafia del poder mediático y por lo tanto económico.

Andrés Manuel se levantaba temprano y en cada una de las 1438 conferencias de prensa matutinas nunca se sentó, permaneció de pie, dando la cara a la prensa, como nunca nadie lo hizo, yo me siento muy contento por eso, Manuelita, si algo le agradezco a su hijo es que los periodistas que no son famosos ni salen en la tele pudieron preguntarle a su hijo, el presidente, sin restricciones de nada.

La austeridad juarista volvió a ser marco de referencia porque el poder sin humildad es fantochería cara. Su hijo no es un fantoche acomplejado, usted lo sabe, Manuelita,  porque lo ha visto hablar de frente ante los poderosos, a su hijo no le importa si tiene  que dirigirse al presidente del país más rico del mundo o al rey prepotente de un país hermano, para su flaco, vale que a México se le respete y eso nos sacudió la conciencia, nos hizo ver con claridad las mentiras con las que nos educaron para agachar la cabeza y entregar nuestros valores morales y materiales a los dueños del dinero y del poder.

Muchos le dan las gracias a su hijo, pero hoy yo quiero darle las gracias a usted, Manuelita, porque usted fue la mujer que lo crío y le sembró la semilla de la bondad. La dignidad y la resistencia. ¿Se acuerda de los infartos que le dieron? Y seguro se acuerda cuando le hicieron fraude y no lo dejaron llegar a ser el presidente. Pero él no se detuvo y por eso caminó con junto con el pueblo por el paseo de la reforma hasta llegar al zócalo, se acuerda de la foto que le tomaron, si la que puso en la portada de su libro “Gracias”. Hoy yo le doy gracias a usted, Manuelita, y le cuento que al final de su última conferencia de prensa, su hijo, mi querido hermano, al escuchar la canción simbólica de la paloma, por poco, llora por fuera, lo hizo por dentro y seguro fue porque la recordó a usted. Yo también la recuerdo querida Manuelita y la imagino con una sonrisa franca, viendo cómo su hijo llegó a ser un buen presidente de México.

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